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¿Qué es la Economía del Cuidado?

Por Karina A. Valdez* y Luciana B. Maccarini (1)

A lo largo de la historia, las tareas de cuidado y el trabajo doméstico recayeron sobre las mujeres; rol asignado de forma natural, que configuró la reproducción de la desigualdad respecto de los hombres, afectando negativamente sus trayectorias profesionales, educativas, laborales, y comprometiendo su autonomía económica y bienestar general. Dicha configuración asimétrica en las responsabilidades del cuidado, alimenta además, estereotipos de género y prejuicios que reproducen las condiciones de desigualdad.

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A partir del reconocimiento de esta situación de desigualad por el movimiento de mujeres y la academia feminista, es que se empiezan a acuñar conceptos como la economía del cuidado, trabajo no remunerado, el derecho al cuidado, la corresponsabilidad del cuidado que de a poco empiezan a revertir las formas de pensar y actuar en los diferentes ámbitos, marcando un antes y un después, pero sobre todo -y lo más relevante- es que logra insertarse en la agenda social y política.

 

Actualmente, la agenda global establece -dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)- a la igualdad de género como prioridad en su objetivo nº 5, y en el apartado 5.4 reconoce y valora explícitamente a los cuidados y el trabajo doméstico no remunerados, invitando a los Estados nacionales a promover la responsabilidad compartida en el hogar y en la familia, así como también a invertir en servicios públicos, infraestructura y políticas de protección social

 

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), define a la economía del cuidado como un espacio de bienes, servicios, actividades, relaciones y valores relativos a las necesidades relevantes para la existencia y reproducción de las personas. Así, la economía del cuidado comprende todo el trabajo que se realiza de forma no remunerada en los hogares y el trabajo de cuidados que se realiza de forma remunerada en el mercado (CEPAL, 2020). Si bien existen distintas definiciones del cuidado, según se tenga en cuenta las diversas corrientes teóricas y/o marcos disciplinares, todas coinciden en "desnaturalizar el cuidado como lo propio de las mujeres y desplazarlo del ámbito privado de las opciones personales para  hacerlo  público  y  politizable" (Esquivel, 2015:64).

Un poco de números

  • Más de 18 millones de personas en América Latina y el Caribe se dedican al trabajo de cuidados y doméstico remunerado, de los cuales el 93% son mujeres (OIT, 2016), siendo que la región concentra el 27% del trabajo doméstico en todo el mundo (OIT, 2018).
     

  • En Argentina el 88,9% de las mujeres realizan tareas domésticas no remuneradas, dedicando un promedio de 6,4 horas semanales (EAHU-INDEC, 2013).
     

  • Las mujeres ganan, en promedio, un 29% menos que sus pares varones, brecha que se amplía para las asalariadas informales, alcanzando un 35,6%.
     

  • La tasa promedio de participación de las mujeres en el mercado laboral es de 49,2%, 21 puntos porcentuales más baja que la de los varones (71,2%).
     

  • La brecha entre varones y mujeres de calificación profesional es de 28,6%, mientras que entre trabajadoras y trabajadores no calificados, es del 35,7%.
     

  • En nuestro país, la principal ocupación de las mujeres es el servicio doméstico remunerado: representa el 16,5% del total de empleo de las mujeres ocupadas y el 21,5% de las asalariadas.
     

  • Entre las 877.583 personas que se dedican al servicio doméstico, el 96,5% son mujeres. El 72,4% no percibe descuento jubilatorio y el promedio de salarios que perciben es de $8.167, de acuerdo a datos de la EPH.

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Argentina

Según los datos publicados por la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC, 7 de cada 10 personas del grupo poblacional con menores ingresos son mujeres. A partir de la aplicación del módulo de Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo por la Encuesta Anual de Hogares Urbanos (EAHU, 2013) la tasa de participación de mujeres y hombres en el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado fue 57,9 y 88,9, respectivamente. Además, mujeres y hombres dedicaron 6,4 y 3,4 horas promedio por día a realizar Trabajo Doméstico y de Cuidado No Remunerado (TDCNR). Esto muestra que las mujeres participaron más del TDCNR que los hombres, y que aquellas que lo hicieron dedicaron en promedio tres horas diarias más que los hombres que también lo hicieron. Cuando se realiza un análisis de estos mismos datos a nivel provincial, se encuentran marcadas diferencias entre provincias. Por ejemplo, en CABA y Buenos Aires las mujeres que realizan algún tipo de TDCNR dedican 4,9 y 6,9 horas promedio por día a dichas actividades (María Laura Alzúa y Martín Cicowiez, 2018). Es decir que, la mayor cantidad de horas que dedican las mujeres explica, en gran medida, las desigualdades que enfrentan en distintos ámbitos. La sobrecarga de tareas de cuidado impide el acceso al mercado laboral o de hacerlo, es en empleos precarios y de peores condiciones (suelo pegajoso), con dificultades de permanencia (escaleras rotas) o impidiendo el pleno desarrollo igualitario de sus carreras (techo de cristal). Estos términos hacen referencia a las distintas realidades que atraviesan las mujeres definidas por factores estructurales que interactúan con el género, como el nivel de ingresos, nivel educativo, edad del primer embarazo, etnicidad y raza (ONU Mujeres, 2017). 

 

Países de la región como Uruguay y Paraguay han avanzando -en conjunto con ONU Mujeres- en establecer una agenda, políticas y hasta sistemas integrales en cuidados. Por su parte la Argentina, a través de la reciente creación del Ministerio de las mujeres, género y diversidad de la Nación junto a la CEPAL, desarrolla el Mapa Federal de Cuidados; la creación de un sistema de indicadores económicos mediante la Dirección de Economía y Género del Ministerio de Hacienda que visibiliza el aporte de la fuerza laboral femenina en la actividad económica; y la promoción de la profesionalización de las tareas de cuidado a partir de la acreditación de saberes por parte de la Dirección de Cuidados Integrales del Ministerio de Desarrollo Social. 

 

En conclusión, consideramos que es importante debatir, informar, difundir y trabajar sobre esta problemática que afecta a la mitad de la población argentina. Las tareas de cuidado y el trabajo doméstico no deben volverse un obstáculo para el pleno desarrollo de las mujeres en sus múltiples trayectorias de vida. Es necesario profundizar los esfuerzos para que los derechos de las mujeres no sean vulnerados por tareas que deben ser asumidas equitativamente por ambos sexos y para que la sociedad y el Estado reconozcan el valor social y económico de los cuidados.

(1) Karina Valdez, Lic. en Ciencia Política y Relaciones Internacionales (UCALP) y maestranda en Políticas de Desarrollo (UNLP). Vicepresidenta de ANAP. | **Luciana B. Maccarini, Lic. en Ciencia Política (UNR) y maestranda en Políticas Públicas (UTDT).

Si interesa conocer con mayor detalle esta temática te sugerimos leer a:

  • ¿Quién le hacía la cena a Adam Smith?', de Katrine Marçal

  • El Calibán y la bruja, de Silvia Federicci

  • Economía feminista. Cómo construir una sociedad igualitaria (sin perder el glamour) de Mercedes D'Alessandro

  • No es amor, de Carolina Brandariz

  • El cuidado infantil en el siglo XXI, de Eleonora Faur

 Referencias bibliográficas 
 

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